Otro
escollo potencial en la teorización lo constituye las peculiaridades del
teórico como individuo. Cada uno de nosotros, más allá de la cultura, presenta
detalles específicos en su vida (genética, estructura y dinámica familiar,
experiencias especiales, educación, etc.) que afecta cómo pensamos y sentimos y
en definitiva, la forma en que interpretamos la personalidad.
Freud,
por ejemplo, fue el primero de siete niños (aunque había tenido dos medio
hermanos que habían tenido niños propios antes de que Sigmund naciera). Su
madre tenía una personalidad fuerte y era 20 años más jóven que su padre. Fue
particularmente apegada a su hijo “Siggie”. Freud fue un genio (¡no todos
podemos sostener esta afirmación!). Era judío, aunque nunca, tanto su padre
como él, practicaron su religión. Etc.. etc, etc.
Es muy
probable que tanto la estructura familiar patriarcal, así como las relaciones
tan estrechas que sostuvo con su madre, dirigieran su atención a este tipo de
cuestiones cuando llegó el momento de elaborar su teoría. Su naturaleza
pesimista y sus creencias ateas le condujeron a considerar la vida humana como
encaminada a sobrevivir y a la búsqueda de un fuerte control social. Usted,
también, tiene sus peculiaridades y éstas influirán sobre cómo matizará sus
intereses y su comprensión, incluso en ocasiones sin darse cuenta.
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